sábado, 4 de abril de 2015

La otra cara de la medalla

Para la élite del karate valenciano competir se ha convertido casi en un lujo.


Los karatekas valencianos Pepe Carbonell, Christian Benita, Inma Peris y Estela Benita. / Jesús Montañana / Pablo Pineño / E.Comes

El éxito y el sacrificio no siempre van de la mano del reconocimiento. La élite del karate valenciano se encuentra dentro de ese grupo marginado del escenario deportivo, donde escasean las ayudas y los medios. Pepe Carbonell, Christian Benita, Inma Peris y Estela Benita sufren de primera mano los efectos de un espectro mediático e institucional desigual, en el que sus logros no valen lo mismo que los de quienes tienen la suerte de salir por la tele. Oros mundiales, europeos y medallas nacionales son algunos de los títulos que reúnen entre los cuatro valencianos. Para ellos, es imposible vivir profesionalmente de la competición. Más bien sucede lo contrario: deben compaginar su vida competitiva con estudios y trabajos que les permitan, en definitiva, llevar a su comunidad y país a lo más alto. Una realidad insólita para quienes reciben dinero por sus méritos, y no al revés. A pesar de todo, siguen entrenando cada día, dejándose la piel para subir al podio de este arte marcial, también conocido como ‘el arte de la mano vacía’.

Pepe Carbonell acaba de revalidar su título de campeón de Europa en katas por equipos el pasado fin de semana en Turquía. Junto al madrileño Francisco Salazar y el andaluz Damián Quintero, Carbonell se colgó, el pasado mes de noviembre, el oro mundial. A pesar de su trayectoria, los éxitos no le bastan para ganarse la vida. Por ello, acaba de inaugurar el club ‘KazokuSport’, en el que imparte clases de karate y fitness durante toda la semana. Además, está estudiando Magisterio en Educación Primaria y su idea es ampliar su dedicación como maestro en el club.

Él, como el resto de seleccionados valencianos para los campeonatos de España, debe pagar una cantidad que oscila entre los 90 y 120 euros para participar en este evento. «Un competidor nunca debería de pagar por asistir a un campeonato cuando representa a su federación autonómica o nacional, pero si bien es cierto que esto sería en un ‘mundo ideal’», explica Carbonell, quien reconoce que la crisis se ha cebado en primer lugar con la federación. Según cuenta, la Federación Valenciana de Karate (FKCV) hace lo posible para dar oportunidad al mayor número de competidores: «Si la federación tuviese que pagar el viaje completo y participación, probablemente no podríamos viajar ni la mitad de los que vamos».

Estela Benita es también otro claro ejemplo de la dificultad que atraviesan los deportistas de este arte marcial. Sus resultados en la modalidad de combate la sitúan como una de las mejores deportistas a nivel valenciano y español. Sin embargo, competir se convierte en ocasiones en un privilegio que conlleva sacrificios y a veces, renuncias. «Ha habido muchas competiciones a las que no hemos podido asistir por los costes. En mi caso, me negué a ir al mundial universitario por el abuso de las tasas para participar», cuenta. Benita, además de ser karateka, tiene vocación periodística. El año pasado terminó la carrera y ya ha hecho sus pinitos como reportera en varias radios locales, donde se le conoce por su empeño en dar voz a los deportes minoritarios. Ella es consciente de que los deportistas de este arte marcial tienen cargas añadidas a la hora de poder competir. Para ella, deberían contar con más ayudas por parte de las instituciones, ya que la federación no tiene suficientes fondos para sufragar todos los gastos que requiere un campeonato.

El hermano de Estela, Christian Benita, exprime al máximo su día a día para dedicar un espacio de su tiempo a su pasión, entrenar. Con la carrera de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte a sus espaldas, ahora está cursando Magisterio. Mientras, da clases de karate en su club, en un colegio, en un polideportivo y además es preparador físico en los planes deportivos de Cheste. Su trayectoria en los últimos años como competidor de combate se compone de varios títulos nacionales en uno de los pesos más competitivos del panorama español, además de haber sido seleccionado en varias ocasiones para programas de la Real Federación Española de Karate. Para él, la situación económica es un hándicap tanto para la federación como para los competidores: «No debería costarle nada al competidor, pero esto es así tras una sucesión de años en los que se viene recortando aproximadamente un 30% de las subvenciones a las federaciones». La «solidaridad y compromiso» son valores que vertebran a estos competidores, quienes creen que merece la pena pagar un poco más para permitir a la federación llevar a más compañeros.

En kata femenino, Inma Peris es la número uno en el panorama autonómico desde hace años. Tanto ella, como Carbonell y los Benita, agradecen la ayuda económica que han recibido de sus padres, sin la que no hubieran podido alcanzar sus objetivos. «Llevo desde los 8 años representando a la federación valenciana y lo he hecho hasta hoy que tengo 23. Aunque me cueste un esfuerzo económico como lo ha sido este año, debo continuar porque me merece la pena a nivel personal», sentencia Peris, que además estudia el grado de Magisterio y da clases de karate y ‘bodypower’.

Todos y cada uno de ellos reconocen que pagar por competir no es lo más ideal, pero no ven otra alternativa teniendo en cuenta las carencias a la que se enfrenta su disciplina y federación.

Con más de 8.000 licencias en la Comunitat, el karate es el segundo deporte con más adeptos en toda la autonomía, por detrás del fútbol. Pero parece que esta cifra no tiene su correspondencia en clave de subvenciones ni patrocinios.
¿Qué tiene o qué no tiene el karate a diferencia de otras actividades?. ¿Por qué se encuentran sus competidores de élite en estas condiciones?.  El presidente de la FKCV, Miguel Ángel Gómez, achaca parte de esta falta de apoyo al hecho de que el karate se mueva en «el parámetro de los ‘no-olímpicos’ y de los mal llamado minoritarios», con su consecuente escasa acogida mediática. Todos estos factores entran en un círculo vicioso que confluye en una falta de interés hacia el karate por parte de inversores y también de organismos públicos.

Gómez resalta que se trata de un deporte cuya «idiosincrasia» lo encarece por la cantidad de recursos necesarios para organizar un campeonato. Por ello, también tiene más costes que otras actividades, lo que supone una lacra más. «En karate se necesitan cinco árbitros por tatami, y si en un campeonato hay seis tatamis para las diferentes categorías, pues tienes que multiplicar ese gasto. Aparte de que hay que pagar a organizadores, equipo de sonido y demás temas logísticos», explica.

Así, un evento de este tipo puede alcanzar hasta los 6.000 euros, una cantidad que la federación debe afrontar con el dinero de las licencias y con la cuotas de participación, ya que las subvenciones que reciben del Consell son dos y van destinadas íntegramente a dos programas de formación de competidores: en un 100% al programa de especialización deportiva en Cheste (para estudiantes de la ESO y Bachiller) y un 40% al de tecnificación (la etapa posterior a especialización). «También hay que decir que el programa de tecnificación ha pasado de 19.000 euros a recibir 9.000. De manera que la federación tiene que poner aún más dinero para llevarlo adelante», detalla el presidente. Además, apostilla que la gestión de la FKCV está muy bien valorada por las autoridades valencianas, aunque sólo en palabras, ya que reciben en total un 40% menos de ayudas. Por último, el presidente asegura que a pesar del dinero que han tenido que pagar los karatekas valencianos para ir al nacional, la federación destina el 70% de sus ingresos a los competidores, quienes componen tan sólo el 10% del total de practicantes en la Comunitat.

¿Qué ocurre en otros deportes?. Es llamativa la diferencia que existe con otro arte marcial (olímpico) como el Taekwondo. La valenciana taekwondista Blanca Cirilo, varias veces campeona de España e integrante del Centro de Alto Rendimiento de Madrid (CAR), manifiesta que ellos no tienen que pagar nada por ir al nacional. Aparte, recibe dinero de la federación española por las medallas que saca en categoría nacional senior. En concreto, 300 euros al mes por obtener el oro en el Campeonato de España «estando dentro del CAR».

Otro caso muy dispar es el del atletismo. Se trata de una actividad donde los patrocinadores y clubes juegan un papel primordial para la financiación de los atletas. Cada club es un mundo y de él depende que un deportista no pague nada o tenga que abonar algo. Llúcia Sánchez, lanzadora de peso y jabalina con varios triunfos nacionales a sus espaldas, pertenece al club Lleida. Ella no tiene ningún coste por competir, incluso, el club le sufraga la licencia. «Si tuviera que pagarme los nacionales, desplazamientos, alojamiento y demás, probablemente no seguiría compitiendo o me buscaría un club que sí me lo pagara», confiesa. Señala que también cuentan con las becas ADO por otro lado. Este tipo de ayuda, al igual que el proyecto FER, sólo se concede por resultados internacionales en deportes olímpicos, por tanto, los medallistas europeos y mundiales como Pepe Carbonell quedan fuera de estas subvenciones.

Los karatekas lo tienen claro. Muchos son los factores que impiden una mejor valoración de su carrera como competidores, pero coinciden en que si fuera olímpico, comenzarían a sucederse una serie de cambios. Aunque suponga sólo el primer paso, como señala Gómez: «Sin duda, iría a mejor. Habría cambios a nivel económico y mediático».

Por su parte, Christian Benita incide en que no todo dependería de ese factor: «Sin duda alguna recibiríamos o deberíamos recibir más subvenciones, pero imagino que sobre todo a nivel nacional (Real Federación Española de Karate) y tendríamos que ver el tipo de gestión que harían». «La cuota de pantalla y la poca afluencia de público a los torneos también influye en todo esto», destaca el campeón del mundo por equipos. No obstante, reconoce que hay federaciones de otros deportes que se encuentran incluso peor que el karate: «No nos podemos quejar, puesto que hay equipos nacionales costeándose viajes a europeos y mundiales».

Y es que, más allá del espectáculo del fútbol y al otro lado de la esfera olímpica, existe un mundo muy diferente. Es el otro lado de la medalla, donde competir se ha convertido casi en un lujo; donde ser campeón no tiene el mismo valor si eres de los que pelean descalzos, llevan traje blanco y practican ‘el arte de la mano vacía’.

Fuente: http://www.lasprovincias.es/deportes